Todo el mundo quiere tener éxito.

En el mundo empresarial es lo más anhelado. El éxito está relacionado con el poder, el dinero y la admiración. Que te busquen, que te pregunten, que te digan. Dicen que para tener éxito hay que estar en el sitio oportuno en el momento oportuno. Algo sencillamente imposible de programar. Por lo tanto, muchas veces el éxito no tiene nada que ver con los méritos de una persona.

Incluso, me atrevería a decir que, con relativa frecuencia, el éxito de alguien es producto de una injusticia previa. También existen personas con éxito social que, cuando se manifiestan personalmente, aparecen con falta de formación, de peso y con escaso criterio. Faltos de una vida personal equilibrada.

Por eso, personalmente prefiero el prestigio al éxito.

El prestigio depende del conocimiento y de la coherencia. Va unido a una influencia positiva en la gente que te rodea. Cuando me hablan de alguien con éxito, intento descubrir si además tiene prestigio. Si no es así, ese éxito del que venimos hablando es hueco, vacío. Si está acompañado de prestigio es que ha habido esfuerzo y trabajo, hay ciencia y coherencia. ¡Ése si merece la pena!

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