He recibido algunos mails pidiéndome que profundice acerca de lo que hablé en mi anterior post. Voy a procurar hacerlo sin repetirme mucho.
Hace algún tiempo, hablando con unos directivos sobre la relación de pareja, ponían en duda que en la actualidad la fidelidad fuera posible. Decían que era muy difícil –casi imposible- ser fiel, y que nos teníamos que hacer a la idea de que eso era así: se trataba de un hecho innegable.
Me parece -y se lo dije a ellos- que estas personas tenían una visión un poco negativa del ser humano; aunque, por otra parte, puedo llegar a comprenderlos. Actualmente hay ambientes donde la fidelidad no está ni siquiera en el planteamiento vital de muchas personas. Se establecen muchas relaciones con un compromiso que es únicamente emocional. “Estaré contigo mientras sienta lo que estoy sintiendo; cuando esto se acabe, se terminó el amor.”
Todas las emociones, positivas y negativas, terminan por decaer. A uno se le muere un ser querido y, al cabo del tiempo, esa emoción negativa va decayendo. Por otra parte, el tiempo también hace que decaigan las mayores alegrías de la vida. Posteriormente esos estados de ánimo puedan volver a aparecer: así son las emociones.
Si la emoción, el sentimiento más superficial, es lo único que me ata “al otro”, antes o después, todo se destruye. Si, como cree mucha gente, el amor fuera sólo emoción y sentimiento, yo no seria dueño de mis amores, porque no soy dueño de mis emociones. Todo lo que se crea sólo emocionalmente, emocionalmente se destruye
Todas las virtudes que el hombre vive las adquiere a base de repetición de actos. Así, una persona que es trabajadora, lo es porque se ha esforzado en serlo. Igual que una que es sincera. Con la fidelidad ocurre lo mismo: se necesita esfuerzo. Esfuerzo para seguir queriendo cuando el sentimiento no responde; cosa que, por cierto, es muy común. No lo olvidemos: antes o después, todos lo amores van a ser probados en el terreno de los sentimientos.
Por otra parte, la fidelidad requiere “cuidar los cariños”, protegerlos, ser prudentes y cautelosos para que nadie ni nada pueda alterarlos. Eso conlleva, entre otras cosas, ser cuidadoso en el trato con personas del otro sexo. Actualmente, eso no está de moda ni se entiende; y el lamentable resultado es la ruptura de muchos matrimonios, únicamente por una inconsciente falta de prudencia. Del mismo modo que se prevé la enfermedad o la jubilación, tenemos que saber prever en el terreno de los amores, y eso es costoso y exige esfuerzo.
La fidelidad es algo positivo, no es “aguantar”, ni ir tirando. Por eso, si uno no está dispuesto a esforzarse, o será infiel o se dedicará a “aguantar”.
Está al alcance de la mano de todos, porque aunque uno no sea dueño de sus sentimientos, sí lo es de sus cariños. Por eso, cuando el sentimiento no funciona, hay que poner en marcha la inteligencia y la voluntad para seguir queriendo. Como hemos visto, el amor se basa en un trípode: Inteligencia, sentimiento y voluntad.
El sentimiento solo no mantiene el amor.