Han pasado unos días desde que escribí la última vez. Desde entonces, he estado en distintas partes de España y me han gustado especialmente las sesiones de Málaga, Zaragoza y Alcorcón. Tanto en estas ciudades como en otras, he podido conocer a gente estupenda y volver a saludar a viejos amigos. Al terminar una de las sesiones, en la que hablamos de automotivación, una persona se me acercó para charlar conmigo. Me dijo que la conferencia había vuelto a remover un pensamiento que rondaba desde hacía tiempo en su cabeza.

-“Llevo tiempo pensando porqué hago las cosas y, por mucho que me lo pregunto, no encuentro una respuesta que me convenza”, decía con total sinceridad.

Su honestidad y confianza me desarmó. Es difícil encontrarse a gente con tanta honradez intelectual como esta persona. Muchas personas en nuestros días no tienen un porqué para hacer las cosas, pero es muy raro que lo reconozcan.

Decía el filosofo que todo el que tiene un porqué para lo que hace, tendrá un cómo hacerlo. Faltan porqués en nuestra sociedad y, según mi punto de vista, gran parte de la culpa está en la falta de silencio personal. El ser humano necesita silencio para preguntarse el porqué de lo que hace y necesita distinguir sus opiniones de sus creencias. Una opinión es lo que yo sostengo; una creencia, lo que me sostiene a mí y sobre las coordenadas de las creencias se traza toda mi área de automotivación. Necesitamos silencio -decía- y a veces nos da miedo, porque nos enfrenta a nuestras carencias, a nuestra miseria personal y entonces el silencio nos pone tristes. Nos hace ver que somos seres necesitados. Huimos del silencio. Quizá esta sea la razón última por la que muchas personas se ponen los cascos nada más levantarse y permanecen en medio de ruido y de pantallas durante todo el día. Miedo a pensar en mi vida. Huida hacia adelante. Llámesele como se quiera, pero no hay duda de que es la causa de mucho sufrimiento. Viviendo de esa manera de forma habitual, se corre el peligro de descuidar algunas cuestiones fundamentales de nuestra vida, y todo por miedo a la verdad, por miedo a cómo me afecta a mí la verdad en las diferentes áreas de mi vida. Nos olvidamos de que cada vez que se afronta un problema se está afrontando la necesidad de la verdad en ese apartado donde el problema ha aparecido. Éste es el punto de partida de cualquier planteamiento a la hora de tomar decisiones, tanto en lo profesional y en lo personal: la confrontación de lo que tengo que decidir con la verdad.

El silencio permitió a nuestro amigo hacerse las preguntas fundamentales; su honestidad le permitirá enfrentar sus preguntas con la verdad. Y así, poco a poco, encontrará una respuesta profunda –verdadera- a porqué hace las cosas. Un ejemplo para todos.