Como regla general siempre se ha considerado inteligente a la persona que sabía resolver complicados problemas técnicos o intrincados raciocinios filosóficos. Con el paso del tiempo llega la superespecialización, que básicamente consiste en saber muchísimo de casi nada.

Nos estamos encontrando una sociedad en la que algunas personas tienen un conocimiento altísimo de pequeñas parcelas del saber, pero a la larga desconocen, y parece que no les interesa ver la realidad en su conjunto.

Así, y como es lógico, se está llegando cada vez más a conclusiones vitales dadas por personas famosas que a lo mejor saben mucho de otros asuntos pero de lo que hablan no saben nada. El problema está en que sus opiniones, muchas veces, las tomamos los demás como incuestionables. Confiamos en quien las dice por su prestigio, por su popularidad, como si las dijeran sabios en esa materia, pero la realidad es que no saben más que el ciudadano medio.

A esto se une la visión clásica de que «el inteligente es el que llega con la razón más lejos que los demás»; definición que, por muy clásica que sea, no deja de ser un reduccionismo ya que, además de una racional, hay otros tipos de inteligencia. Uno de los tipos de inteligencia que ahora atacan con fuerza es la emocional, pero igualmente existe una inteligencia social, numérica, espacial, ética…

Cuestionémonos: ¿quién es más inteligente, la persona que sabe hacer complicadas operaciones de cálculos matemáticos y financieros, o aquélla que consigue tener una familia unida y feliz logrando que la gente con quien trabaja estén razonable-mente satisfechos?

Concederle el criterio de inteligencia sólo a lo que tomamos por intelectual es, en mi opinión, un error. La persona ha de tener una visión de su vida en conjunto; no puede dividirse en trabajo, familia, amistades, aficiones… Tiene que saber unir de manera inteligente todas esas facetas que constituyen la vida de las personas.

¿Usted diría que un alto científico es más inteligente que el que logra conjugar satisfactoriamente familia, sociedad, trabajo y cultura en una vida armoniosa? «Es que para llegar a ser un alto científico hay que ser muy inteligente», se puede contestar. ¿Y para conseguir armonizar una familia feliz no hay que ser muy inteligente? Miremos la sociedad y saquemos conclusiones. El más inteligente es el que tiene una visión medianamente completa de la realidad. Y nadie será capaz de conseguir una familia armoniosa si no tiene en su vida esa visión.

Para conseguir una vida satisfactoria hay que formar la inteligencia emocional y la ética, que es la clarividencia para hacer lo conveniente. ¿No creen que dedicamos mucho tiempo a la formación de la inteligencia racional? No olvidemos que la formación de las otras inteligencias, sin descuidar la racional, nos va a dar la felicidad como personas que, a fin de cuentas, es lo que somos. ¡Ánimo!